Historia Cotidiana nº6

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La Carta

Adela observó el sobre cerrado que llevaba días sobre su viejo escritorio. Desde que lo encontró en el buzón, sus mañanas se habían convertido en un ritual casi enfermizo:Se levantaba temprano, cuando el frío del amanecer aun mantenía la escarcha en los gruesos cristales, se servía un largo café y observaba la caligrafía redondeada y perfecta donde aparecía su nombre. Giraba el sobre despacio, con reverencia, como si el solo contacto con su piel fuera a desintegrarlo, y deslizaba su dedo sobre el nombre escrito en el remitente: Lucia.Un nombre que había formado parte de su vida de un modo tan profundo,tan intenso,  y que en aquellos cinco años se había resignado a olvidar .Y en ese preciso momento, cuando pronunciarlo ya no le dolía con la misma vehemencia de años atrás, cuando el recuerdo de su amiga se había tornado de doloroso a afectuoso y hasta le había provocado alguna pequeña sonrisa al rememorar anécdotas que vivieron juntas, la carta llegó. Venía con una nota que daba instrucciones de cómo y cuando debería usarla.
Quedaban dos días para el encuentro que, en algún momento de su enfermedad, Lucía dispuso para ella junto a sus cinco amigos de juventud. Su amiga era abogada,así que un colega suyo, llegado el momento, enviaría las misivas con las instrucciones de donde se produciría la reunión.
Adela estaba nerviosa, no los había vuelto a ver desde el entierro y, tal como acabaron las cosas, no le apetecía nada ir. Pero en su interior iba creciendo una inmensa curiosidad por lo que contenía la carta y las de sus compañeros .En su nota, el abogado estipulaba que todos habrían recibido un sobre cerrado exacto y que solo podían abrirlo al estar todos juntos. Deberían pasar un fin de semana en una casa rural que ya estaba reservada y solo allí podrían descubrir la finalidad de esos escritos. La fecha no estaba escogida al azar, era el aniversario del último fin de semana que habían pasado juntos, cuando celebraron el 25 aniversario de Lucía, un año antes de su muerte. Después de eso no volvieron a ser amigos.
Ninguno había llamado para saber si era alguna broma macabra, ninguno había rechazado la invitación. En dos días volverían a verse, les gustara o no.

Lucia siempre fue el nervio central del grupo; la que los arrastraba, la que los unía, la que disponía que debían o no debían hacer. Cuando ella murió, los lazos que les habían unido alguna vez parecieron esfumarse.Pero a pesar del tiempo transcurrido, esta vez no había sido distinto y ninguno osaría faltar a la cita; ella los volvía a unir.
Llegó temprano y decidió dar un paseo atravesando las grandes extensiones de viñedos que rodeaban la mansión. La disposición de las parras, ahora secas y mortecinas, tan perfectamente ordenada, la tenia maravillada. Entre los campos surgían estrechos caminos de tierra que acababan rodeando la gran mansión que se levantaba imponente bajo un cielo triste y lloroso. El invierno los había sorprendido a traición y un cielo emplomado los cubría desde hacía semanas, secuestrando al sol bajo una densa bruma de humedad. Un infimo rayo de sol se coló entre las nubes rozando los mosaicos de colores que coronaban la gran cúpula sobre el tejado, creando infinidad de arco iris que hacían brillar la casa con luz propia.
Era un elegante edificio modernista de varios pisos, que en algún momento de la historia debió ser la casa de veraneo de una familia acaudalada de la zona. Dos grandes cristaleras redondas formadas por vitrales de colores, le conferían un aspecto tenebroso, casi humano. Por un momento, Adela sintió un súbito escalofrío y aceleró sus pasos con la intención de salir de entre los viñedos lo antes posible.
Al llegar, vio a un hombre desconocido vestido con un sobrio traje y supuso que era el abogado. El hombre conversaba amigablemente con una chica que rápidamente reconoció como a Isabel. Seguía tan elegante y perfecta como siempre; vestía un traje chaqueta entallado, (probablemente de algún diseñador famoso),que marcaba su estilizada silueta y que con seguridad costaba su sueldo entero. Evidentemente no era lo más apropiado para un fin de semana en el campo, pero ella era incapaz de ir, tal como iba Adela, con unos simples vaqueros y un jersey de lana. Cuando aquella levantó la vista y la vio, sus estilizados brazos la rodearon efusivamente emitiendo pequeños grititos de emoción pronunciando su nombre.Adela estuvo a punto de estrangularla. Solo la contuvo una mirada profunda que surgió a su espalda y una sonrisa que durante años la había tenido embelesada durante noches enteras. Y,probablemente, aun surgía algún pequeño efecto en su cuerpo.

La voz grave de Manuel secuestró el aire que los rodeaba, dejando a su interlocutora sin respiración
─Adela, estaba intrigado de qué color llevarías el pelo esta vez…─Su risa fluyo alegremente entre los dos produciendo una mirada de reprobación de Isabel.
─Hace años que decidí dejar mi color natural. Creo que solo era una manera de cabrear a mis padres─ Una mudez repentina volvió a traicionarla en cuanto comprobó que un cosquilleo traicionero pellizcaba su corazón en el preciso instante que él acercaba su mejilla para besarla─ Y tu…ya me dijeron que os casasteis…
Isabel irrumpió con su chillona voz:
─Ya no. Estamos divorciados, pero seguimos teniendo buen rollo. Incluso me está ayudando con los preparativos de mi luna de miel─. Alzó la mano mostrando un enorme diamante engarzado sobre un anillo de pedida─ ¡Me caso en dos semanas!
Y se alejó de ellos taconeando y balanceando las caderas como solo Isabel sabia hacerlo. Adela buscó los ojos de Manuel, aquellos oscuros ojos que tanto había deseado
─Ohh, lo siento…, lo del divorcio…
El sonrió con mirada melancólica
─Nuestro matrimonio duró solo un año. Fue un error─, se acercó al oído susurrando en actitud cómplice─, pero prefiero tenerla como amiga que como enemiga, así que como tengo una agencia de viajes y ella me pidió ayuda…Tenemos una hija en común y eso es lo importante.

De pronto, el ruido de neumaticos sobre la grava de la entrada les obligó a mirar hacia el sendero. Una vieja furgoneta con un arco iris pintado hizo su aparición. Ambos exclamaron al unísono:
─ ¡Berta!
Su alocada amiga descendió del vehículo como si fuera una reencarnación de la chica hippie de su pasado. Adela apostó que incluso llevaba los mismos pantalones anchos de algodón recubiertos de flores de entonces. Su pelirroja mata de pelo rizada seguía igual de rebelde, aunque ahora la llevaba sobre los hombros y varios mechones mas largos caían sobre su espalda. Su cara, libre de maquillaje, les devolvió la sonrisa nada más verlos y corrió directa a abrazarlos
─ ¡Que guapos estáis!, ¿Como hemos podido estar tantos años sin vernos?
Berta seguía siendo la misma chica sin complejos de hacía diez años. Seguía gesticulando en exceso cuando hablaba y subiendo el tono más de lo normal, y esa naturalidad la hacía encantadora. Al entrar en el vestíbulo fue directa a besuquear a Isabel, que le devolvió el saludo con un efusivo abrazo. Era sorprendente que dos personas tan distintas tuvieran tal conexión, pero siempre había sido así; Adela jamás lo entendió. Berta giró sobre si misma admirando la estancia.
─Uauuuu, ¡vaya lujazo! ¿Es modernista, no? Por cierto, Carlos y Luis deben estar al llegar, los he adelantado hace solo unos minutos. ¡Y eso que llevaban un Audi increíble!
Manuel se giró hacia ella riendo
─Seguro que conducía Luis, siempre tan cauteloso y meticuloso, no sea que se le raye el coche con el viento…
La carcajada entrecortada de Isabel resonó bajo el techo de madera abovedado, mientras le daba un pequeño azote a su ex-marido
─No seas malo…Luis siempre ha sido el mejor de todos, el único que nos hacía caso a las chicas. Era tan tierno como un bollo de canela…No me extraña que ahora sea diseñador de interiores, podíamos estar horas redecorando mi habitación en casa de mis padres.
Todos sonrieron recordando aquel chico extremadamente delgado que perseguía a Isabel como una sombra, con gesto afeminado.Le encantaba compartir con ella muchos de sus lujosos caprichos y, de hecho, era su colega de compras oficial. Eran los únicos del grupo que podían permitírselo, por algo provenían de unas de las familias más ricas de la ciudad. El resto, solo intentaba sobrevivir.
Sin darse cuenta, Adela expresó uno de sus pensamientos en voz alta:
─ Me pregunto cómo debe estar Carlos. Me dijeron que ahora era bombero, así que aun debe conservar ese cuerpo de infarto que tenía
Y tal como su boca acababa de emitir esas palabras, un rubio imponente atravesó el umbral con aspecto taciturno. Seguía tan guapo como lo habían recordado y, por lo que parecía, tan reservado y demoledor como siempre. Carlos era el típico hombre extremadamente viril, no necesitaba desplegar sus artes de seducción para que las mujeres cayeran a sus pies. Cuando en el pasado entraban en algún local junto a él, todos sabían que en unos minutos un grupo de mujeres se acercaría como las polillas a la luz. Las atraía sin poder hacer nada por evitarlo y probablemente, por su carácter reservado, sin desearlo demasiado.
Luis apareció tras él, tan delgado como lo recordaban. Iba vestido con unos pantalones pitillo y un jersey entallado color pastel. Besó a todos cariñosamente y cuando se acercó a Adela la observó con detenimiento
─Cariño, ¿Qué le ha pasado a tu pelo? ¿No me digas que ese color es el que escondías bajos tus incesantes cambios de tono? ¡Estas genial!, has mejorado con la edad, como los vinos
Ella le devolvió una mirada rebosante de afecto,mientras apretaba sus manos en un gesto cariñoso
─Gracias, tu también estas muy guapo─. Sus cejas se fruncieron en un pequeño gesto pensativo ─No recuerdo que cambiara tanto de peinado, pero si todos lo decís debe ser verdad…

Berta intervino sonriente:
─ ¡Creo que hubo un año en que cambiaste seis veces de color! Creí que a estas alturas ya estarías calva con tanto tinte…, pero realmente el pelo castaño es el que mas te favorece.
El encuentro había sido relajado y cordial. Ninguno había insinuado la verdadera razón que les había arrastrado hasta allí, ni el nombre de Lucía había salido a relucir. Si alguien los hubiera estado observando solo habría visto un grupo de amigos reencontrándose al cabo de los años.
Tras ponerse más cómodos y repartirse las habitaciones, los seis se reunieron en el salón con el abogado. Era un hombre de unos cincuenta años que se presentó como el letrado de Lucía y con voz pausada les notificó que la primera carta en leer sería la de su propia clienta, donde les explicaba el porqué de toda aquella trama. Pero antes de hacerlo detalló como su amiga había dispuesto el orden en que debían sucederse las cosas ese fin de semana. Así que las cartas deberían leerse con un espacio de varias horas entre ellas y en una sucesión determinada, se tomarían un tiempo para reflexionar lo que allí se explicaba e incluso debatirían entre ellos si fuera necesario. El letrado sería un mero espectador que daría fe de como se sucedían las cosas y si se cumplía el objetivo de Lucía.

El primer punto era que todos debían estar de acuerdo, si no había unanimidad no se leería ninguna carta. Las miradas confundidas y temerosas empezaron a cruzarse entre ellos, hasta que Berta rompió el silencio:
─ ¿Qué objetivo?, sinceramente, no entiendo nada. Personalmente yo no tengo nada que debatir con vosotros y creo que no me equivoco sí creo que vosotros tampoco mí, ¿no?
Luis tenía los ojos abiertos por la emoción y exclamó con su amanerada voz:
─Pues yo creo que es muy emocionante…y ya que estamos aquí, no perdemos nada. Me recuerda a un libro de esos de Agatha Christie, en cualquier momento desaparece alguien y uno de nosotros es el asesino. Uuuuuh, ¡me encanta!
Carlos le lanzó una mirada de reprobación que cortaba el aire como un cuchillo .Su voz seca y varonil retumbó entre las paredes del salón:
─Luis, no seas paranoico, pero yo no he cambiado los turnos del trabajo para nada. Así que por mí ,adelante.
La siguiente en pronunciarse fue Isabel:
─Por mi genial, ahora solo falta que os pronunciéis vosotros dos que estáis muy callados. Igual tenéis algún secreto oscuro que no os apetece hacer público….Después de todo, Lucía era tu mejor amiga, Adela, seguro que conocía todas tus intimidades.
Adela mantenia la mirada fija en Manuel; la única intimidad que podía explicar de ella su amiga Lucía, era el amor que sintió por él y las horas que estuvo llorando cuando se enteró de que había dejado embarazada a Isabel. Nunca le había confesado lo que sentía y ahora ya lo daba por perdido. No sabía porque, pero un nudo empezó a instalarse en su garganta y de vez en cuando sentía un latido extra en su corazón, como si cada minuto le fuese mas difícil acompasar el ritmo de la sangre en sus venas.
Manuel la miró con aquella sonrisa que le resultaba tan tranquilizadora:
─Está bien…Esto me recuerda aquella vez que fuimos al Lago Negro y nadie se atrevía a saltar de aquella roca tan alta, ¿os acordáis? Lucía nos propuso cogernos de las manos y saltar todos juntos, así si uno se echaba a atrás los demás le obligaría a seguir, y si alguien caía mal, el resto podría ayudarle. ¡Fue un salto fantástico!
Adela observó la cara de felicidad que todos tenían al recordar el momento así que, sin pensarlo un minuto, se levantó del viejo sillón y les ofreció las manos al resto gritando
─ ¡Saltemos por Lucía!
Rápidamente todos formaron un círculo con sus manos entrelazadas mientras unían sus voces en un grito de guerra:
─ ¡Saltemos!
El abogado sonrió y les pidió que tomaran asiento mientras, meticulosamente, abría sus portafolios en busca de un documento. Con voz pausada fue leyendo los puntos a seguir durante el fin de semana y finalmente abrió la carta de Lucía:
Queridos amigos,
Supongo que os ha sorprendido recibir estas cartas pero si algo he tenido durante mi larga estancia en el hospital ha sido tiempo. Tiempo para pensar en mi corta vida, en la gente que quiero y sobretodo en vosotros. Durante todo este tiempo cada uno me ha apoyado a su manera: Adela ,con su triste mirada silenciosa y su sonrisa perenne; Isabel ,con sus regalos exagerados que intentan subirme el ánimo; Luis, con sus conversaciones interminables sobre decoración, cotilleos …;Berta, con su Reiki , con el que intenta compensar el mal Kharma que me engulle; Carlos, con nuestras interminables timbas de cartas y Manuel, con sus detalladas narraciones de sus viajes que me permiten llegar a aquellos lugares a los que jamás podré ya ir. Os doy las gracias por haber estado allí, hasta el final.
Aun así, a medida que os siento más cercanos a mí, vosotros os alejáis más unos de otros. Estos últimos días he sido vuestra confidente, probablemente por aquello de que me llevaré los secretos a la tumba, pero he visto demasiada desconfianza y engaño entre vosotros. No puedo predecir el futuro, pero imagino que a día de hoy ya no sois los amigos que habíais sido. Mi objetivo es que volváis a serlo, que os aceptéis unos a los otros tal como sois, con vuestros defectos y vuestras diferencias.
La vida a veces es una ironía y, casualmente, hace un mes compré un décimo de la primitiva. Lo vendía una abuelita que tiene un puesto frente al hospital y cuando me lo ofreció no pude negarme. Pues resulta que a mí, que jamás he ganado ni una muñeca en una feria, justo cuando mi vida se está agotando, me tocó. Fui la única acertante de un bote multimillonario. Sabéis que solo tengo a mi madre, a la que he dejado suficiente para qué viva tranquila lo que le queda de vida. El resto es todo vuestro.
Os preguntareis porque he esperado cinco años…Pensé que sería mejor dejar pasar un tiempo prudencial para que los ánimos se asentaran, para que pudierais hablar con calma y analizar vuestros sentimientos. La única condición es que leáis esas cartas y os escuchéis unos a otros. Muchas de las cosas que explican os dolerán y pensareis que preferiríais no haberlas sabido, pero desde mi posición os aseguro que creo en las segundas oportunidades. Sois jóvenes y aun tenéis una vida por delante para aprender de los errores y perdonar a la gente que os quiere.
El abogado será un mero espectador que dictaminará si realmente os habéis enfrentado a vuestros demonios y habéis perdonado. Solo así cobrareis el premio, si todos llegáis hasta el final. Si alguno abandona, nadie cobra nada.
Ya sabéis que yo siempre era la que os empujaba a todos a hacer locuras. Permitidme este último deseo…
Os quiero,
Lucía
El aire de la sala se le volvió tan denso a Adela que no fue capaz de introducirlo en sus pulmones con facilidad. Su mirada se detuvo en cada uno de los cinco pares de ojos de sus amigos, analizando las reacciones. Todos se mostraban relajados, por lo que no llegó a comprender porque era la única que sentía esa desazón en su interior, esos nervios aflorando en la punta de sus dedos. Ciertamente, el dinero le iba a ir genial ahora que se había quedado sin trabajo, pero no tenía claro si el precio que debería pagar le compensaría .Ella no creía que el destino pudiera moldearse a su antojo y si en cinco años ellos habían permanecido alejados, ¿porqué forzar la situación con recuerdos dolorosos?

Aun así, como sus compañeros, aceptó leer el resto de cartas por Lucía. Ella era la única que no había podido modificar su destino y les estaba regalando la oportunidad de rectificar el suyo. Había llegado el momento de volver a creer en las segundas oportunidades.